Cuento de la Cuenta Larga
Son pocos muy pocos los momentos de reflexión que nos regalamos, son pocos los instantes en que detenemos toda nuestra maquinaria física, emocional y mental para contemplar que el tiempo y el universo completo sigue recorrido con, sin y a pesar de nosotros. Este año en particular sin embargo a todos y cada uno nos llegará la hora de reflexionar y meditar nos guste o no la idea. En el mundo maya en aquellos días, al amparo de la noche estrellada nuestros abuelos podían contemplar las luces y las sombras de fuera y dentro, del cerca y del junto.
En días pasados me llegó mi turno….. fui arrebatado de enmedio de los hombres y llevado a Lakam Ha, ante la tumba de Kinich Hanab Pakal…la vida de repente se detuvo, las horas subitamente parecíeron derretirse como los relojes de las pinturas oníricas de Dalí, el salón de los espejos como dicen algunos estudiosos de esoterismo maya estaba abierto de par en par ante mí y no tuve mas remedio que entrar en él. Los mayas de todos los tiempos dejaron de parecer distantes, todo su conocimiento y saber se resquebrajaron como esos rompecabezas de cerámica que estamos acostumbrados a ver en los museos y las tumbas. Sus glifos desmayados perdieron toda luz y entendimiento. Se cerró la cuenta, la rueda no giraba más……se acabó. ¿Llego el fin al fin? ¿acaso se cumplia lo anunciado por los agoreros de la catástrofe?. El Rostro de Uh ocultaba a Kin para siempre.
Se hizo entonces una sombra, la umbra aplastante que consume toda esperanza… pero en mis manos una última llama, tenue y delicada que soportaba los embates del enfurecido viento de la muerte. Los cegados hijos de la oscuridad en vano trataron de arrebatarme la llama, mientras le cobijaba con mi cuerpo. Se derrumbaron los templos, sus columnas quebrantadas yacian esparcidas por todas las plazas, el canto del quetzal se apagó, el brillo del jade dejó trás de sí una piedra muerta de un verde pálido. El jaguar huyó a lo alto de los montes, el águila abandono su nido, la semilla esparcida en los campos se volvió sangre. Parecia que todo sucumbiría en manos de Cabracán y Cipacná — señores del caos— hijos de Vucub Caquix, el usurpador, y nuevamente como con los hombres de madera, parecia que el destino de los hombres era convertirse en cenizas.
A mi encuentro se presentó mi yo oscuro, aquel que nunca habia querido enfrentar, cuyo rostro endurecido solo conoce la crueldad sin limites. Sus crispadas manos se extendieron y su cavernosa voz me amenazaba con arrebatarme la vida si no le entregaba la llama. El temor se incrustó en mi corazón y extendí mi mano con la llama hacia él. La carcajada de su triunfo resonó en el aire.
Documento cortesía de: Eustakio De la Cruz
Tres Zapotes, Veracruz-Llave, México 